Cuando era pequeña, en quinto de EGB, en el colegio, las monjas siempre hacían un
concurso de redacciones después del verano, también era muy valorada la
redacción de primavera, pero la de verano tenía premio: Te la publicaban en la
revista del cole. Yo nunca gané. Siempre ganaba Ruth la empollona de la
clase: Una chica muy bajita, rubísima y de buena familia que hacía ballet. Al
año siguiente me cambiaron a un centro público en un pueblo (cosas de las
madres funcionarias sin plaza fija) y gané el concurso al mejor dibujo de toda la
escuela, que fue portada de la revistae hice una redacción que como premio tuvo: “Un
día con las fuerzas armadas” y me subí a un tanque y a un barco.
Ahora a las
redacciones las llamamos crónicas y me he dado cuenta que me encanta
hacerlas, aunque no obtenga premio. Algunas son impublicables hasta que pasan
los años y se abre el secreto de sumario como en el caso Kennedy (es lo que tiene la vida privada), y otras las
muestro sin tapujos. Pero con el tiempo aprendí
a contar cosas entre líneas que solo podían entender unos pocos, los
avispados, o simplemente los que yo quería que lo entendieran. Es un juego,
como en la época de la censura, las canciones picantes de las vedettes (a los que
no lo sabéis: Tengo el honor de hacer un espectáculo contando la vida de una de
ellas, la más famosa de valencia: Rosita amores), Pues esto era así, entonces, y ahora también: El arte de contar algo
inocente en apariencia y en realidad
cargarlo de información relevante para unos pocos entendidos o iniciados que saben
ver más allá. Por desgracia en la actualidad, estamos volviendo a la censura de
los sesenta y en cualquier momento para burlar a los censores tendremos que
hacernos las tontas para ver si cuela. Que mierda y que pena si esto llega a
pasar. De momento, mantendré silencio solo en lo privado, es decir, preservaré
la intimidad que me convenga. Pero el día en que en lo público se nos imponga
silencio, que a este paso nos joden la red,
el día que eso ocurra, me veo sacando
a relucir mi nueva habilidad: Tápame, tápame, tápame, tápame, tápame… que tengo frio.
Buenos días.
Qué grande eres, niña!
ResponderEliminarQué grande eres, niña!
ResponderEliminarNos va a tocar darle caña al calambur a cascoporro, como hizo Quevedo en aquello de la reina con cojera: 'Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.'
ResponderEliminar¡Me encanta esta ventana!
;D
ResponderEliminarY Olé mi niña. Has vuelto inspirada, eh???Así me gusta.
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